Por esta época del año no falta la escuela que programa un par de días o hasta una semana de Olimpiadas – Juegos Florales; pero ¿Cómo se realizan estas actividades según la gestión sea pública o privada?
Desde una observación empírica podemos encontrar que:
Ya sea en la escuela pública o privada, en la casi totalidad de las escuelas la organización siempre recae en el personal docente. Los estudiantes solo son meros participantes; pueden inscribirse, coordinar y hasta liderar la preparación de coreografías o bailes; pero su rol siempre se limita a participar no a decidir. Y aun cuando este tipo de actividades es el escenario ideal para poner en juego sus competencias; lamentablemente queda prácticamente desaprovechado. En el juego, el deporte, en los conflictos propios de actividades de socialización en espacios abiertos; es cuando el estudiante puede Convivir y participar democráticamente en búsqueda del bien común; pero tanto las escuelas públicas y privadas pasan por alto esta gran oportunidad de aprendizaje. Si el estudiante de manera individual o colegiada decide la cantidad de juegos, tiene autonomía para organizar la secuencia de las actividades, propone reglas de juego, resuelve los conflictos que se presentan y va tomando decisiones sobre toda la actividad, estaremos frente a un colegio que ha entendido el sentido de las competencias ciudadanas; las olimpiadas o juegos florales no habrán sido un momento fuera de la actividad pedagógica o solo un momento de recreación sino que se habrá logrado integrar dentro del esfuerzo pedagógico y formativo de la institución. Pero ¿Cómo llegar a esto? Un buen punto de partida sería planificar un proyecto integrador con los estudiantes, para que ellos descubran la problemática y puedan plantear alternativas. Otro camino puede ser darle más protagonismo a los COES (Comité estudiantil) o a los Municipios escolares para que sean ellos quienes organicen las actividades.
Por otro lado, existe una diferencia entre la escuela pública y privada: el modo de organizar los equipos. Casi por costumbre la escuela pública organiza las Olimpiadas creando categorías entre los diferentes grados y haciendo que compitan las aulas entre sí (3° A vs 3° B) Mientras que la escuela privada, casi en su totalidad, también organiza categorías pero a su vez llega a mezclar estudiantes de diferentes secciones formando familias, casas o colores de modo que la competencia no se da entre aulas o secciones sino entre familias, casas o colores. Esta ligera diferencia puede acentuar el natural celo que existe entre alumnos de dos secciones llegando a situaciones de violencia o rivalidad exagerada que en algunos colegios públicos ha derivado en peleas fuera del colegio incluso involucrando a padres de familia. La opción de agruparlos por casas, colores o familias se presenta como una extraordinaria oportunidad de socialización pues permite que estudiantes de diferentes grados y secciones puedan conocerse mejor, coordinar entre ellos y hasta desarrollar pequeños liderazgos en cualquier rango de edad. De este modo el estudiante entiende que su aula o sección no es el único espacio de desarrollo, su edad o grado no es una barrera rígida y que puede formar parte de otro grupo adicional. La escuela pública debería girar la mirada a estas y otras formas de organización para este tipo de actividades.
Otra diferencia habitual entre la escuela pública y privada puede encontrarse en el tipo de actividades. En gran parte de la escuela pública el tipo de actividades suelen ser sobre todo de competencia deportiva con énfasis en deportes tradicionales (Fútbol – Voley) por lo que la oportunidad de poder participar se limita a ese tipo de habilidades, quedando fuera los estudiantes con otros talentos. En algunos casos incluyen deportes individuales o juegos recreativos pero no son muy habituales. En gran parte de las escuelas privadas a partir del modo de agrupación por casas, familias o colores, la consigna es que todos los miembros deben participar por lo menos en una actividad. ninguno se queda atrás. Esto obliga a diversificar las actividades superando el empleo de deportes tradicionales y abriendo paso a coreografías, origami, canto, retos tecnológicos, desafíos matemáticos, etc. De este modo se ha logrado mirar a la integralidad del estudiante y no solo a uno de sus aspectos; han pasado del enfoque de olimpiadas deportivas a juegos florales.
Parte de estas diferencias encontradas pueden tener su origen en el mismo MINEDU, pues aun cuando la propuesta lleva el nombre de Juegos Florales Nacionales y sugieren abordar las actividades desde los enfoques transversales del CNEB y las competencias de arte y cultura; el modo de organización por categorías según grados todavia se convierte en un lastre para poder aprovechar las competencias de ciudadanía que tanto se requieren en la formación de las nuevas generaciones.
Una mirada de contraste entre la educación pública y privada que vaya más allá de los puntos habituales nos permitirá encontrar aquello que podemos aprender el uno del otro, nos ayudará a entender la cultura organizacional que subyace tras sus decisiones y podremos encontrar una educación de calidad para todos los peruanos; sin distinguir el tipo de financiamiento.
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